lunes, 19 de septiembre de 2011

Principio de Días sin Fin

Hello everybody!
Ya volví de mi semanita de vacaciones :) Me lo he pasado genial, ojalá pudiera repetir ^o^

No he escrito nada en este tiempo, como podréis suponer, ya que estaba aprovechando el tiempo con mi chico, que ahora empiezan las clases y casi no nos podremos ver. Pero, antes de irme, mis editores me dijeron que habían subido a la web el inicio de Días sin Fin, además de darme permiso para subir algún retazo del contenido sin desvelar demasiado.

Así que vengo a dejaros ese principio. Os copio a continuación el prólogo, pero también podéis leer el primer capítulo.

Prólogo: La Promesa

—Volveré —prometió Dave—. Sabes que siempre lo hago.
Su mujer sonrió. Colocó los brazos alrededor de su cuello y unió sus labios con los de él.
—Me gusta oír eso —susurró—. Aun así... no puedo evitar pensar que quizá llegue un día en que no regreses.
—Pues ni se te ocurra volver a pensarlo —la reprendió Dave—. Lizzie, sé que mi trabajo es peligroso, pero sé hacerlo lo suficientemente bien como para regresar siempre a casa.
—Y eso me alivia —sonrió Lizzie—. No hace falta que vaya contigo para saber que cumplirás tu palabra.
Volvió a besarlo y él le devolvió el beso, disfrutando del último momento con su esposa antes de irse a trabajar. Pero un repentino llanto y una alarmada voz infantil los hicieron separarse. Cruzaron una sonrisa y salieron al pasillo, donde un niño de cuatro años, con sus ojos color zafiro brillando de sorpresa, les salió al paso.
—Mana llora —balbució.
—Tranquilo, Cedric —lo calmó Lizzie sin dejar de sonreír.
Dave se agachó para cogerlo mientras su mujer entraba en la habitación de la que provenía el llanto. Éste no tardó en convertirse en pucheros.
—¿Cómo estás, chico? —sonrió Dave, acariciando los cabellos negros de su hijo.
—Yo ben, pero manita llora —respondió Cedric.
—No te preocupes —dijo Dave—. Mamá está con ella. ¿Quieres que vayamos a verlas?
El niño asintió con la cabeza, más atento a un coche de juguete que tenía en la mano. Dave se dirigió a la habitación en la que se hallaba Lizzie con la pequeña Christine, y se aproximó a ellas con Cedric en brazos. Saludó a su esposa con un beso, y luego observó al bebé que dormitaba en los brazos de ésta.
—Hola, chiqui —sonrió—. ¿Qué le pasa a mi llorona?
La pequeña hizo un puchero, alzando los bracitos, y Lizzie tomó una de sus manitas para calmarla. Cedric, siempre muy atento con su hermana, le dio su coche de juguete para que se distrajera, tras lo cual recibió un beso de su orgullosa madre.
—Está muy guapa, ¿verdad? —comentó ésta poco después, cuando Christine jugaba con el coche de su hermano sin un puchero.
—Claro —convino Dave—; ha salido a su madre.
Lizzie se sonrojó y bajó la vista, pero era cierto: Christine Rivers tenía sus mismos cabellos rojos, a pesar de que aún eran pocos, y su misma piel dorada; pero los ojos marrones eran como los de su padre. Cedric Rivers, por el contrario, tenía los cabellos oscuros de Dave y los ojos azules de Lizzie; se notaba que ambos niños eran hijos de los mismos padres.
De repente, la bocina de un coche resonó en la calle. Christine volvió a echarse a llorar y Cedric dio un salto en brazos de su padre. Éste lo dejó en el suelo susurrándole palabras para tranquilizarlo, lo besó en la mejilla, hizo una carantoña a Christine, besó a Lizzie en los labios y corrió fuera del cuarto, sin más explicación que un murmullo ininteligible.
Abajo, en el coche, lo esperaba Brian, su mejor amigo y compañero de trabajo, fumando un pitillo y escuchando una alegre música que mezclaba rumba con reggae. Dave entró en el asiento del copiloto cantando, pues conocía la melodía a la perfección.
—Bienvenido, super-papá —sonrió Brian.
—Bienhallado, super-poli —respondió Dave, devolviéndole la sonrisa.
—¿Cómo están Liz y los niños? —se interesó Brian.
—Pues bien, Christy estaba llorando cuando he bajado —contestó Dave, poniéndose el cinturón—. Cedric se había asustado con la bocina y Lizzie los estaba calmando. Pero de salud, bien, gracias —concluyó.
—Me alegro —declaró Brian; a continuación, miró hacia otra parte y fingió desinterés e indiferencia—: ¿Y Rachel, qué tal está?
Su amigo le dirigió una sonrisa burlona aprovechando que no lo veía; sabía perfectamente que Brian estaba loco por su hermana Rachel, y le hacía gracia verlo sonrojarse al hablar de ella. Sobre todo, desde que ella había sido ascendida al mismo rango que ellos, el de inspectora, pues era de las más veteranas junto con ellos dos; debido a ello, Rachel había compartido ya algunos casos con Brian y Dave.
—Ayer vinieron ella y Adam a cenar con nosotros —dijo éste—. Estuvieron jugando con los niños y charlando con Lizzie, se llevan muy bien con ella. Rach me contó que estaba bastante mejor de la gripe y que probablemente se reincorporara hoy.
Brian asintió con la cabeza sin mirarlo, dando una calada a su cigarrillo, y arrancó el coche, pues se estaban demorando demasiado.
—Hoy nos toca capturar a una banda de secuestradores —anunció, para cambiar de tema—. Aunque también son asesinos y puede que violadores. Sólo secuestran a chicas, por las que piden un rescate y, cuando lo cobran, las matan.
—Unas joyitas —resumió Dave.
—Pues sí —afirmó Brian.
Calló mientras conducía el coche hacia su destino, atento al tráfico de la concurrida ciudad de Londres, incluso en aquella zona alejada del centro donde vivían los Rivers. Dave dejó de prestar atención al paisaje y a los lugares que atravesaban, y pensó en su familia. Lo hacía siempre que salía a trabajar en el coche con Brian; no podía evitarlo. Recordaba las promesas que hacía a su mujer, promesas que siempre lograba cumplir porque desempeñaba su oficio con gran facilidad, y estaba convencido de que aquella vez no sería una excepción. Sabía que volvería al anochecer, que besaría a su mujer en los labios, que jugaría con Cedric hasta la hora de acostarse, que acunaría a Christine entre sus brazos para darle el biberón. Sabía que su vida no cambiaría.
No podía imaginar lo equivocado que estaba.

¿Os interesa? ¿Os llama la atención? Leed el primer capítulo aquí y, si queréis más, podéis adquirir la novela en la misma web o pidiéndola en vuestra librería más cercana :)

Además, si los queréis firmados, yo aún tengo ejemplares en casa que os puedo enviar con toda comodidad a casa. Para solicitar uno, mandadme un mail a sandra.cgallegos@gmail.com ^^

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Paséate por este bosque lleno de tréboles de cuatro hojas y escribe algunas letras en la tierra ^^