sábado, 1 de enero de 2011

Mi forma de escribir

Como todo escritor, sea o no profesional, tengo una manera de escribir un tanto peculiar.

Para empezar, se me ocurren ideas en cualquier momento y lugar. Puedo estar en clase, con mis amigos, viendo una película... Esté donde esté, suele ser un simple comentario, un ínfimo detalle, el que me dé una idea. Una idea que va tomando forma en mi cabeza, de modo que me imagino al protagonista viviendo lo que sea que me sugiera esa idea.

Ya desde el primer momento tengo claro si el protagonista principal es chico o chica. Es la propia idea la que me hace preferir a un personaje masculino o femenino para vivir esa aventura, y también, en ocasiones, la edad. Su físico, su personalidad, su estatus social, su manera de vivir... todo eso va llegando después.

A veces pueden unirse dos ideas. Es decir, quizás tengo en mente una historia protagonizada por un elfo en la que ha de hacer un viaje para encontrar algo, y aparte, se me ocurre otra historia con una sirena que necesita recuperar algo que perdió. Quizás esas dos historias podrían funcionar bien juntas en una misma novela; si veo que es así, no dudo en unirlas. (Es un simple ejemplo, que quede claro.)

Durante un tiempo después de haber tenido la idea, sólo la apunto y me olvido del tema. Es decir, la dejo aparcada para más adelante, pues siempre tengo mil proyectos entre manos. Y a lo mejor, después de bastante tiempo, ocurre algo que provoca que recupere esa idea: algún detalle nuevo, un personaje, un lugar, una escena... Cualquier cosa.

Y, una vez tengo planteada la novela (normalmente no en su totalidad, pero casi), me pongo a escribir.
Puede que tenga decidido cómo se va a desarrollar todo, pero se me pueden trastocar los planes. ¿Por qué? Por los personajes. A veces (casi siempre, de hecho) cobran vida propia, y ellos mismos deciden que el camino que yo les tracé no es el correcto, por lo que prefieren optar por otra vía. Es algo que se me va de las manos, y si es lo que me piden los personajes, ¿qué puedo hacer sino escucharles?

Lo mismo puede sucederme con el final. Quizás los personajes han seguido su camino, quizás han escogido otro, pero una vez les conduzco al final, descubro que puede no ser el más apropiado. Es entonces cuando me detengo, releo lo que llevo escrito y pienso. Y, mientras pienso, a veces opto por seguir escribiendo, dando voz a los pensamientos de los personajes.

Más de una vez, es la propia actitud de los personajes al final de la historia la que me hace vislumbrar el final más apropiado. Sin embargo, a veces necesito descansar, dejar un poco de lado la novela y pensar en ella con calma, hasta que doy con un final que me convenza y que sea posible.

Todo esto, claro está, siempre que no me bloquee. En ocasiones me encuentro con encrucijadas en mis propias novelas, con detalles que parecían insignificantes, pero que requieren una explicación lógica o quedarían muy de "pegote". En esos casos, por lo general, improviso. Si estoy muy lanzada escribiendo y no quiero parar por nada del mundo, lo pienso unos instantes y escribo lo primero que se me ocurra.

Claro que esto no siempre funciona. Puede ser que en esta novela me haya ido bien con cierta improvisación, pero quizás esta otra necesita una revisión en ese punto... Todo depende de la novela en sí: la temática, los personajes, la historia...

El tema no lo elijo yo misma, sino la idea. Cuando tengo una idea, es en ella misma donde ya me viene establecido que la novela deba ser fantástica, realista, histórica, humorística... Y, la verdad, yo no le hago ascos a nada. Tanto al leer como al escribir, me gusta experimentar. Así que, si el cuerpo me pide fantasía, se la doy; si me pide humor, se lo doy; si me pide terror, se lo doy.

Por supuesto, no puedo hacerlo a la ligera, pues cada tema exige un mínimo de preparación y algo de experiencia en él. Por ejemplo, yo no sé casi nada de ciencia ficción, por lo que me sería prácticamente imposible escribir algo de ese tema. Y en cuanto a fantasía, también se precisa mucho tiempo y mucha minuciosidad para no pasar por alto ningún detalle que se lleve por delante el mundo creado.

Sobre los personajes, no suelo ser amiga de emplear a un solo protagonista. En Magia Medieval, por ejemplo, los protagonistas son dos hermanos, Álvaro y Víctor, y vemos lo que le pasa a cada uno, lo que piensan y lo que sienten, desde un punto de vista omnisciente en tercera persona. El mismo que utilizo en Días sin Fin, donde llego a manejar a cuatro, e incluso a cinco protagonistas diferentes con su particular historia e importancia en la novela.

Claro que, como ya he dicho, no le hago ascos a nada. Así pues, también tengo una novela con una sola protagonista: Silencio. Mirada de Cazadora, narrada en primera persona por una chica de diecisiete años. Ella es la única y completa protagonista de la novela, y debo decir que disfruto horrores cada vez que tengo que dar voz a lo que le pasa o lo que piensa Silencio. Actualmente me encuentro escribiéndola y me siento comodísima manejando a esta chica.

Y también en primera persona, pero en este caso con dos protagonistas, estoy escribiendo Leones, una novela realista y muy actual con trasfondo romántico. Rebeca y Rubén se van alternando para contar su historia, aunque poco a poco irán interviniendo más personajes, los secundarios, quienes también tienen historias que merecen ser contadas.

La trama de la novela, a menudo, viene impresa en la idea. Por ejemplo, volviendo al ejemplo del elfo que viaja en busca de algo, esa es la propia trama: la búsqueda. Sin embargo, a veces puede no ser así. Pongamos el caso de la sirena: a lo mejor al principio sólo quiero contar cómo es su vida bajo el mar, y el tema de la búsqueda se me ocurre más adelante. Todo depende de la idea.

Aunque una trama exige preparación y elaboración para no dejarse nada en el tintero, debo admitir que a veces me lanzo a escribir sin tener muy claro todo lo que ocurrirá. Esto lo hago porque, cuando tengo una escena muy bien definida en mi cabeza, apenas puedo esperar para redactarla. Y quizás, como ya me ha ocurrido en más de una ocasión, esa escena necesite ser cambiada una vez escribo el resto de la novela.
Al principio suelo tener clara la escena, pero echando en falta algún detalle. Por tanto, es más que probable que deba efectuar algún cambio a medida que voy escribiendo la novela completa.

Es por esto que prefiero escribir de principio a fin. Aunque me pueda suceder lo que ya os he explicado (escribir una sola escena sin tener clara toda la novela), me gusta más empezar la escritura por el prólogo, seguir con el capítulo uno y así, poco a poco, hasta llegar al final. Es decir: prefiero seguir el orden cronológico de la historia, sólo que a veces sólo se me ocurren escenas sueltas.

Algo curioso que me sucede bastante a menudo es que, una vez tengo una idea, soy capaz incluso de imaginarme la portada que yo le pondría si se publicara en formato libro. Claro que es sólo una idea, pues nunca puedo saber si, cuando termine la novela, alguna editorial me la querrá publicar. Antes de enviar nada a las editoriales, viene lo que menos me gusta: la revisión.

Es prácticamente una ley del escritor el revisar sus novelas una vez escritas. Puede pasarse algo por alto: se te escapa una coma, un detalle que no cuadra, un personaje con el nombre cambiado, repetición de palabras... Lo que sea. El caso es que hay que revisar, un proceso que puede ser muuuuy largo o muy corto, depende de tus ganas. Para mí suele ser largo, ya que es lo que menos me gusta xD

Y el título... Escoger el título me trae siempre por la calle de la amargura. O se me ocurren muchísimos y no consigo decidirme, o no se me ocurre ninguno. Magia Medieval, sin ir más lejos, tuvo tres títulos diferentes, antes de que me decidiera por Magia Medieval. En cambio, una vez escribí Días sin Fin, no tuve que pensar demasiado hasta que di con ese título. Con Silencio. Mirada de Cazadora me ha pasado algo parecido, aunque fue antes de empezarla a escribir siquiera. Y Leones se me ocurrió a raíz de una canción de Pereza, por lo que la llamé así también antes de comenzarla a escribir.

De los proyectos que tengo, tan sólo uno tiene un título asegurado. Los demás son provisionales, como es el caso de la segunda parte de Magia Medieval, que aún no estoy escribiendo. El resto... hasta que no los escriba, defina mejor a los personajes y tenga más clara la trama, no podré escoger títulos.

El proceso de escritura lo llevo a cabo en mi habitación, sentada frente al ordenador, con la música sonando y la luz entrando por la ventana. Las conversaciones por el messenger y el tuenti me suelen distraer, así que procuro no utilizarlos mucho cuando me pongo a escribir. Claro que de vez en cuando, para descansar, guardo el documento y navego un poquito por la red.

No puedo ir a ningún sitio sin algo para escribir. Nunca sé cuándo va a ocurrírseme una idea para dar forma a una historia, por lo que he de estar preparada. Incluso a veces, debo admitir, escribo en clase. Es algo que llevo haciendo desde 4º de ESO, siempre en las típicas clases en que el profesor suelta la charla y se te cierran los párpados del sueño. La única forma de mantenerme despierta y de tomar apuntes de vez en cuando es escribir, por lo que eso hago. Y no creo que deje de hacerlo nunca.

Disfruto muchísimo cuando voy escribiendo una novela, por lo que me da bastante pena terminarla y saber que ya no volveré a manejar a esos personajes... o ellos a mí. Sin embargo, cuando una novela ha terminado, no puede haber más vuelta de hoja. Prefiero no escribir una segunda parte antes que estropear lo que ya dejé cerrado en la primera; a no ser, claro está, que se trate de la historia de otro personaje relacionado con los protagonistas de la primera parte.

Algo así me está pasando con Días sin Fin... La historia ha terminado, pero siento que aún queda una que contar: la de Adam. Es el protagonista con menos protagonismo, valga la redundancia, y probablemente no estaría mal escribir una novela en la que sea el completo protagonista, y en la que los demás personajes (Brian, Dave, Rachel, Lizzie...) no sufran cambios respecto al final de Días sin Fin.
Es sólo una idea que ya se me ha pasado por la cabeza un par de veces, pero tendría que trabajar bastante en ella. Y creo que, de momento, no es necesaria una segunda parte para Días sin Fin. Quizá más adelante me anime a escribirla, quién sabe ^^

En fin, creo que ya he contado bastante sobre mí. Quizá va siendo hora de cortar y permitir que vosotros opinéis sobre mi forma de escribir, mis novelas y mis relatos ;)

1 comentario:

  1. Qué buena entrada ^^. Coincido mucho con tus métodos y con todo en general. Aagh... poner nombres, la mayoría de las cosas por mí se llamarían nuevo documento xD.
    Se nota que te encanta escribir, por la entrada ^^. sigue viviéndolo así y creando más y más historias :).

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Paséate por este bosque lleno de tréboles de cuatro hojas y escribe algunas letras en la tierra ^^